La activación conductual (AC, en adelante) se presenta como un tratamiento psicosocial estructurado y breve para la depresión, fundamentado en el cambio conductual y cuyo modelo explicativo, considera la depresión como una Respuesta del sujeto, normal o esperada ante situaciones vitales y no como resultado de cambios internos (desequilibrios neuroquímicos o determinadas cogniciones).
El origen de la AC para la depresión:
Podemos remontarnos a los trabajos realizados por Ferster (1973) y Lewinsohn (1974) para encontrar el origen de la explicación funcional de la depresión y de la activación conductual. Se postula como terapia autónoma a través de los trabajos de Neil Jacobson sobre el desmantelamiento de los componentes eficaces de la terapia cognitiva de Beck (Gortner, Gollan, Dobson, & Jacobson, 1998; Jacobson et al., 1996) donde se reveló que la inclusión de las estrategias puramente cognitivas no suponía una mejora significativa para los casos en los que ya se habían incorporado los componentes conductuales. Por tanto, el desarrollo de una terapia que se conformase exclusivamente a partir técnicas conductuales (en particular la programación jerarquizada de actividades) resultaba igual de eficaz y requería menor tiempo de terapia que el planteado por Beck (activación conductual + evaluación y reconocimiento de pensamientos automáticos + reestructuración cognitiva).
Perfilando Técnicas conductistas:
Si bien, el conjunto de técnicas que utiliza la AC son ya conocidas dentro de la modificación de conducta, estas se ajustan y perfilan en un marco puramente funcional y una evaluación ideográfica del contexto del sujeto en la perspectiva de la AC
• Desarrollo de un modelo explicativo sencillo, tanto del origen como de la perturbación del estado depresivo: Toma como base el contexto y la conducta de los sujetos donde las respuestas a ciertas circunstancias vitales refuerzan de forma negativa la sintomatología conductual depresógena a corto plazo, generando evitación conductual, lo que supone bajos nivel de reforzamientos positivos y/o alto de control aversivo, originado por la falta de emisiones de conducta adaptativa por parte del sujeto.
• Análisis funcional de la conducta: El eje de la intervención se sitúa en el análisis funcional de cada paciente, para detectar aquellos comportamientos significativos y funcionales que se deben potenciar. Por ello, la AC es una terapia que se va desarrollando y adaptando a las singularidades del paciente, centrada en la planificación de actividades como columna vertebral de tratamiento, independiente del estado emocional del sujeto.
• Importancia de la Motivación: La AC aporta un nuevo enfoque sobre aspectos motivacionales, que pasan por la explicación y comprensión de la intervención y convierten al propio paciente en el impulsor del cambio a través de un compromiso con la terapia, así como en el manejo de la frustración. Los principios básicos se centran en la Terapia de Aceptación y Compromiso y la inclusión del concepto de valores (temática propia de las terapias de tercera generación) para facilitar la elección de las conductas a activar.
Tratamiento en los factores cognitivos de la depresión: La AC no minimiza la importancia de
los síntomas puramente cognitivos ni los cambios neuroquímicos que producen los estados
depresivos, pero defiende su tratamiento desde el cambio conductual (de fuera a dentro)
abordando los pensamientos desde una perspectiva funcional apoyado en técnicas como
son: entrenamiento en habilidades sociales de ensayos mentales, desvanecimiento, atención a
la experiencia o Mindfulness.
Ventajas que propone el modelo terapéutico de la depresión desde la AC
Los defensores de la terapia de Activación Conductual, se apoyan en una serie de ventajas que
aporta este enfoque terapéutico para considerarlo como terapia de elección en el tratamiento
de la depresión, por delante de terapias farmacológicas y cognitivas. Ventajas asentadas en la
evidencia empírica de las técnicas conductuales, del modelo AC y protocolos más específicos
como Tratamiento de Activación Conductual Breve para Depresión (TACBD) (Lejuez et al.,
2001) postulándose como:
• Alternativa al tratamiento farmacológico para la depresión, siendo tan efectiva como
esta y promoviendo la desmedicalizción de la enfermedad así como evitando efectos
secundarios causados por los fármacos.
• Alternativa a la terapia cognitiva, resultando ser más eficaz y con resultados más
rápidos. Puesto que la modificación de los pensamiento y creencias requiere de una
inversión de tiempo mayor y por consiguiente menor inversión de capital.